El cielo cubierto por grandes nubarrones negros, amenazaban con un chirimiri de lluvia. Jaime caminaba sin rumbo. Que le importaba a él donde le lavaran sus pasos. Atrás había dejado su hogar, si aquello se le podía llamar así. Aun resonaban en sus oídos las voces de Lola, - Pero cuando vas a volver a trabajar- mujer estoy cansado de andar buscando trabajo, pero no encuentro nada, -pues vete fuera, el mundo no termina aquí en este pueblo!, pero que quieres que me valla y os deje solos, a ti y al niño?, -no pongas a tu hijo como excusa! – tu hijo necesita un padre que sepa ganarse la vida y que aporte a casa lo necesario para que no falte de comer, mira Lola que no tengo ganas de discutir, ya está bien, mañana me voy a Madrid a ver si me sale algo por allí, -mas te vale, porque si no me tendré que ir yo, y tu quedarte en casa….. Bueno! Pero si estoy empapado, como cae el agua, ¡ parece que no ha llovido nunca!. Jaime iba tan enfrascado con sus problemas que no se daba cuenta, que ya llevaba un rato calado hasta los huesos.
Empujo con la mano la pesada puerta oscura, mientras los destellos de la chillona luz del neón que colgaba de la pared dibujaba en su rostro filigranas de colores. ¡ Hola Jaime!, exclamo desde el fondo del antro una voz femenina, extendiéndoles los brazo, cariñosamente, cuánto tiempo sin verte!, ven hombre, ¿ Una copa?, y me invitas a otra a mi?. La visita duró el tiempo suficiente como para sentirse algo menos desgraciado que en su casa. Sabía que aquello era un espejismo; aquella mujer se ganaba la vida siendo amable con los clientes que entraban en el local, él no era diferente a los demás..........
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